Vivir sin esfuerzo.

Fragmentos del cap. 25 de "El propósito de la Educación" (Think on These Things), 
compilación de algunas charlas de Jiddu Krishnamurti con alumnos y maestros en la India. 


Jiddu Krishnamurti (1895-1986)
Crédito de imagen

¿Alguna vez se han preguntado por qué, a medida que la gente envejece, parece perder toda la alegría de vivir? Al presente casi todos ustedes, los jóvenes, son bastante felices; tienen sus pequeños problemas, están los exámenes que los inquietan, pero a pesar de estas preocupaciones hay en la vida de ustedes cierta alegría, ¿no es así? Existe una espontánea, fácil aceptación de la vida, un mirar las cosas jovial y dichosamente. ¿Y por qué, a medida que envejecemos, parecemos perder esa jubilosa insinuación de algo que está más allá, algo de mayor significación? ¿Por qué tantos de nosotros, cuando llegamos a la llamada madurez, nos volvemos torpes, insensibles a la alegría, a la belleza, a los cielos abiertos y a la tierra maravillosa?

¿Saben?, cuando uno se formula esta pregunta, son muchas las explicaciones que acuden a la mente. Una explicación es que estamos muy ocupados con nosotros mismos. Luchamos para llegar a ser “alguien”, para alcanzar y mantener cierta posición; tenemos hijos y otras responsabilidades, y tenemos que ganarnos la subsistencia. Todas estas cosas externas pronto nos abruman y, en consecuencia, perdemos la alegría de vivir. Miren los rostros más viejos que los rodean, vean qué tristes son casi todos, qué llenos de ansiedad y más bien enfermos se los ve, qué retraídos, solitarios y a veces neuróticos, sin una sola sonrisa... ¿No se preguntan por qué? Y aun cuando sí se lo preguntan, casi todos parecen satisfacerse con meras explicaciones.

(...)

Pienso que es el esfuerzo lo que nos destruye, esta lucha en que gastamos casi todos los instantes de nuestra vida. Si observan a las personas mayores que los rodean, verán que para la mayoría de ellas la vida es una serie de batallas consigo mismas, con sus esposas o sus maridos, con sus vecinos, con la sociedad; y esta lucha incesante disipa la energía. El hombre que conoce la alegría, que es realmente feliz, no está preso en el esfuerzo. Vivir sin esfuerzo no significa que uno tenga que vegetar, que tenga que ser torpe, necio; por el contrario, sólo el hombre sabio, extraordinariamente inteligente, está en verdad libre del esfuerzo, de la lucha.

Pero ya ven, cuando oímos hablar de vivir sin esfuerzo, deseamos ser así, queremos alcanzar un estado en el cual no tendremos lucha ni conflicto; de modo que hacemos de eso nuestra meta, nuestro ideal y nos esforzamos por lograrlo; y tan pronto hacemos esto, hemos perdido la alegría de vivir. Estamos nuevamente atrapados en el esfuerzo, en la lucha. El objeto de la lucha varía, pero toda lucha es esencialmente lo mismo. Uno puede luchar para producir reformas sociales, o para encontrar a Dios, o para crear una relación mejor entre uno mismo y su esposa o marido, o con su vecino; uno puede sentarse a la orilla del Ganges, adorar a los pies de algún gurú, etcétera. Todo esto es esfuerzo, lucha. Lo importante, pues, no es el objeto de la lucha, sino comprender la lucha misma.

(...)

Obsérvense a sí mismos y verán cómo luchan de la mañana a la noche, y cómo la energía de que disponen se desgasta en esta lucha. Si uno meramente trata de explicar por qué lucha, se pierde en explicaciones y la lucha continúa; mientras que si observa su mente en silencio, sin dar explicaciones, si sólo deja que la mente se percate de sus propias luchas, uno pronto descubrirá que llega un estado en que no hay lucha en absoluto, sino una asombrosa percepción alerta. En ese estado de percepción alerta no hay sentido alguno de lo superior y lo inferior, no existe el gran hombre y el hombre pequeño, no existe el gurú. Todos esos absurdos han desaparecido porque la mente está por completo despierta; y la mente que está por completo despierta es alegre, feliz



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Comentarios

  1. En contraposición a este artículo y no por meras ganas de llevar la contraria, diré que hace unos días hablaba con mi hermana de 60 años, sobre lo bien que estamos viviendo nuestros años maduros, no creemos que haya una etapa mejor que ésta, sin los sobresaltos de una vida que todavía está buscando un camino, con la paz de haber hecho lo que se esperaba que hiciéramos :)
    Besos!

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    1. Miriam, yo me imagino que hay un momento en la vida en que esta comprension llega, pero el resto del tiempo anterior a alcanzarla esta uno siempre en una zozobra, siempre tratando de conseguir algo. Aunque lo que intentemos conseguir sea vivir sencillamente y sin preocupaciones, como el mismo dice, al final convertimos eso en una meta a alcanzar y nos provoca cierto estres.
      Tu hermana y tu tienen suerte de tener esa comprension (por eso te valoro tanto!), porque lo cierto es que hay mucha gente que no acepta nunca el hecho de ir envejeciendo. Sin pensar ya en las que se hacen cirugias esteticas hasta los 80 años, mucha gente mayor comienza a echar en falta la juventud y se olvida de encontrar y disfrutar lo bueno de cada edad. No crees?
      He visto envejecer a mis padres, y si bien es cierto que lo hicieron muy bien, juntos y felices, tambien puedo asegurar que practicamente nunca los vi alzar los ojos para disfrutar del azul del cielo, asi, por el simple placer de disfrutarlo. Miraban al cielo para saber si lloveria o no, si habria buen sol para secar la colada... Pero era como si esas cosas simples, ese hacer algo por el solo placer de hacerlo, hubieran perdido lugar en su vida.
      Besos!

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    2. Es muy triste terminar la vida con un sentimiento de frustración o de desilusión, esta tu entrada me ha inspirado para escribir una mía, jaja, por eso no comento más acá, me lees allá, jeje.
      Besos!

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    3. De eso se trata, Miriam, de encontrar inspiracion en la web y sacar de nuestra experiencia para compartir. Ya estoy deseando leerte!

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  2. La verdad es que el ser humano, está en una constante lucha, queremos siempre alcanzar algo, y cuanto mas alto mas luchamos por alcanzarlo, así vamos gastándonos, sin apreciar lo mas sencillo, lo que tenemos a la mano, y que por tenerlo tan cerca no lo valoramos, así llega el momento, en que nos damos cuenta que se nos ha ido la vida sin disfrutarla, es cuando comenzamos a valorar lo que tenemos, la familia, la naturaleza, nuestra mente se abre, y sin llegar a ser conformistas, aceptamos y tomamos lo que la vida nos ha dado.
    Algunos piensan en la vejez, como el final de la vida, yo pienso que es el comienzo de una nueva étapa, que podemos disfrutar con entusiasmo, con alegría, con amor y con la serenidad y conocimiento que los años nos han dado.

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