Sírvete un poco de estío
Fragmento tomado de El vino del Estío, Ray Bradbury
Crédito de imagen |
El
vino de diente de león.
Las palabras sabían a verano. El vino era verano encerrado y taponado.(...)
Y allí, hilera sobre hilera, con el color suave de las flores que se abren a la mañana, con la
luz del sol de junio tras una débil película de polvo, estaría el vino. Y al mirar el día invernal
a través de la botella... la nieve se fundiría en pastos, en los árboles vivirían otra vez
pájaros, hojas, y capullos, como un continente de mariposas que se alzara al viento. Y el
cielo acerado sería azul.
Ten el estío en la mano, sírvete un poco de estío, un vasito nada más por supuesto, un
sorbito para niños; cambia la estación en tus venas llevándote el vaso a los labios y
empinando el estío. (...)
Hasta la abuela, cuando la nieve girase en rápidos torbellinos, mareando el mundo, cegando
ventanas, robando el aliento a las bocas jadeantes, hasta la abuela, un día de febrero,
desaparecería en el sótano.
Arriba, en la casa grande, habría toses, estornudos, ronqueras, gemidos, fiebres infantiles,
gargantas rojas como carne cruda, narices como cerezas en conserva, microbios en todas
partes.
Entonces, saliendo del sótano como una diosa de junio, la abuela vendría, con algo oculto
pero obvio bajo el chal tejido. Lo llevaría a las miserables habitaciones de abajo y arriba, y
su aroma y claridad llenarían las copas, y se bebería de un trago. Las medicinas de otro
tiempo, el sol balsámico de las ociosas tardes de agosto, el débil ruido de los carros de hielo
por las calles de ladrillo, el susurro de los plateados cohetes, y las fuentes de las cortadoras
de césped sobre países de hormigas, todo, todo en un vaso.
Sí, hasta la abuela escaparía al sótano del invierno para una aventura de junio. Se quedaría
allá abajo, sola y callada, como el abuelo, o el padre, o el tío Bert, o algún pensionista, y
comulgaría con las últimas huellas de un tiempo de picnics y cálidas lluvias, y campos
perfumados de trigo, el maíz nuevo y el heno de cabeza inclinada.
Hasta la abuela repetiría y repetiría las palabras doradas y hermosas, como si estuviese
diciéndolas en ese mismo momento, cuando las flores estaban aún en la prensa, como
serían repetidas todos los años, todos los blancos inviernos del tiempo. Las diría y las diría,
y serían en sus labios como una sonrisa, como un repentino rayo de sol en la sombra.
El vino del estío. El vino del estío. El vino del estío.
__________________________________________
Diario de la Pelusa es un blog escrito por Elena Brito (Pelusa) y está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Las medicinas de antes eran las más poderosas.
ResponderEliminarBeso!
Eso dicen, Marite! Yo prefiero las que no habran de llegar.
EliminarBesos!
Nana diría: "Esta niña asomó a mi ventana". ¡Besos!
ResponderEliminarAhora entiendo! Era tu ventana la que miraba al estio! Claro!!!
EliminarBesos!