De lo cotidiano hecho sublime en Carpentier.

"Hoy solo pude ver a Esteban subirse a un árbol", me dije al final de un día particularmente ocupado en el que sólo tuve tiempo de leer un par de páginas de Carpentier. Sin embargo, valió -y mucho- la pena. ¡No conozco manera más sublime que esta para subirse a un árbol!

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"Un día, mientras su caballo desensillado retozaba en el agua de un arroyo echando los cuatro cascos arriba, Esteban emprendió la aventura de treparse a un árbol. Y después de vencer la prueba iniciada que le significaba alcanzar las difíciles ramas de acceso, comenzó a ascender hacia el remate de una copa, por un caracol de brazos cada vez más apretados y livianos, sostenes del gran revestimiento de follajes, de la colmena verde, del suntuoso sotechado visto desde dentro por vez primera. Una exaltación inexplicable, rara, profunda, alegraba a Esteban, cuando pudo descansar, a horcajadas, sobre la horquilla cimera de aquella estremecida edificación de maderas y estambres. Trepar a un árbol es una empresa personal que acaso no vuelva a repetirse nunca. Quien se abraza a los altos pechos de un tronco, realiza una suerte de acto nupcial, desflorando un mundo secreto, jamás visto por otros hombres. La mirada abarca, de pronto, todas las bellezas y todas las imperfecciones del Árbol. Se sabe de las dos ramas tiernas, que se apartan como muslos de mujer, ocultando en su juntura un puñado de musgo verde; se sabe de las redondas heridas dejadas por la caída de los vástagos secos; se sabe de las esplendorosas ojivas de arriba, tanto como de las bifurcaciones extrañas que llevaron todas las savias hacia un madero favorecido, dejando el otro en escualidez de sarmiento bueno para las llamas. Trepando a su mirador, entendía Esteban la relación arcana que tanto se había establecido entre el Mástil, el Arado, el Árbol. Los grandes signos del «Tau», del Aspa de San Andrés, de la Serpiente de Bronce, del Ancora y de la Escala, estaban implícitos a todo Árbol, anticipándose lo Creado a lo Edificado, dándose normas al Edificador de futuras Arcas..."

Alejo Carpentier, El siglo de las luces.
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Comentarios

  1. Quién como los niños para trepar a los árboles, me gustaría tanto poder hacerlo otra vez, seguramente muchos tenemos nuestra propia historia escalando esas ramas.
    Qué bueno pasar por acá otra vez :)
    Besos!

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    Respuestas
    1. Creo qu enunca lo he hecho, Miriam :( Pero si es como lo cuenta Carpentier, debe ser una maravilla!
      Besos!

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    2. ¡no puedo creerlo! :) bueno, debes haber sido una niña muy bien portada, a mí me dijeron una vez que el árbol de guayabas se engusanaría si seguía subiéndome a él :P a los que nunca pude subirme fue a los cocales :D
      Besos!

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