Leyendo a Borges.

En los últimos días he estado leyendo a Borges por primerísima vez. Estoy leyendo su libro de cuentos “El Aleph” y me ha sorprendido mucho. Es una lectura difícil y retadora, de esos libros que deben ser leídos con calma si queremos entender algo, de esos libros que de alguna manera despiertan y retan a tu capacidad de raciocinio.
Lo he ido leyendo con el grupo de lectura Pre-textos y he ido comentando por allá algunos de los cuentos. Como sé que a ustedes también les interesan estos temas, aquí les iré copiando esos comentarios. Hoy les traigo una posible interpretación del cuento “La escritura del dios”. Si no lo han leído, mejor vayan aquí y léanlo antes de seguir con mi texto, o de lo contrario no sabrán a qué me refiero. No es un cuento muy largo, pero sí muy profundo.
Espero que les sea interesante.


Sobre "La escritura del dios", de Borges.


Borges hace de todo un símbolo en sus escritos. Teniendo eso en cuenta y después de haber pasado dos días pensando a ratos en este cuento luego de haberlo leído, ayer creo que me asomé por primera vez a una posible interpretación, aunque me parece que puede haber muchas más. Es un cuento que dice mucho. Voy comentando pasito a pasito e insertando algunas de sus frases...

Lo primero que me llamó la atención en este cuento fue la forma tan peculiar de la prisión (es un hemiciclo con el suelo casi circular) dividida en dos partes iguales interconectadas por barrotes. Nada más parecido a una vista frontal del cerebro humano, dividido en dos hemisferios. En un lado hay un hombre, un sacerdote, y en el otro un jaguar; igual que en el cerebro humano donde conviven por un lado la condición humana y racional, y por otro la condición animal, primitiva e irracional del hombre.

El sacerdote se pierde en sus pensamientos, en sus conocimientos, trata de rescatarlos uno a uno hasta que llega a uno primordial, básico: la idea del mensaje divino que debe descifrar. Y con él, surge la intuición de que debe buscar la huella de su dios en el jaguar, en el animal, que es lo único que tiene a su alcance; intuye que no puede alcanzar la divinidad si no llega a comprender (y comprender es dominar) su parte más primitiva, su otra mitad. Entonces se dedica a estudiarlo minuciosamente.

El sacerdote, después de someter a examen todos sus conocimientos, llega incluso a dudar de que sea una frase el mensaje de su dios y piensa que es sólo una palabra. O sea, no se conforma con lo que ha aprendido sino que duda de todo, como Descartes.

Luego viene aquel sueño de la arena, la eternidad sofocándolo. Una voz le dice que aquel es un sueño dentro de otro, y que el camino que ha de desandar para despertar es infinito como los granos de arena. El camino del conocimiento racional es interminable, porque infinitos son las cosas en el universo… Pero el sacerdote reniega de tomar aquel camino infinito, reniega de la arena, de la eternidad y despierta con un rayo de luz –proveniente de la trampilla que abre el celador (la figura del celador no llego a entenderla aun).

El sacerdote entonces reniega también de su rol social, entiende que ya no es más un sacerdote, es sólo un hombre, un prisionero: “Un hombre es, a la larga, sus circunstancias.” Y bendice aquella su situación, bendice la materialidad que lo rodea, bendice al jaguar (su otra mitad), bendice su “aquí y ahora”.

Sólo en ese momento el hombre tiene una revelación, el hombre alcanza una iluminación –dirían los budistas-, y lo entiende todo: “¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir!”. Entiende también aquel mensaje divino que andaba buscando pero ya no es importante. Ya nada es importante porque el hombre se ha trascendido a sí mismo: “Quien ha entrevisto el universo (…), no puede pensar en un hombre, en sus triviales dichas o desventuras, aunque ese hombre sea él”. (Aquí enlaza con una idea que encontramos antes en el cuento de Averroes: “(dijo que) era absurdo que un hombre ante cuyos ojos se dilataba el Guadalquivir celebrara el agua de un pozo”).

Entiendo pues que este cuento, además de mostrarnos la posible erudición de Borges sobre culturas precolombinas, nos deja un mensaje de trascendencia: sólo escrutando minuciosamente todo lo que hemos aprendido y pasándolo por el filtro de la duda, aceptando y comprendiendo (dominando) nuestra parte irracional, entendiendo que somos algo más que nuestros roles sociales, viviendo plenamente nuestro aquí y ahora, lograremos trascendernos a nosotros mismos.

Como dije antes, puede haber otras miles interpretaciones para este cuento.

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