De cómo se aprende a moldear el mundo.

Hay ciertas personas, lugares, eventos de nuestra vida que despiertan determinadas cualidades en nosotros y definen en última instancia el rumbo a seguir. A veces operan como un choque violento: un sólo instante suele bastar para 'descarrilarnos'. Otras veces, por el contrario, el cambio se debe a un efecto acumulativo. En mi caso, esta orientación a la creatividad que hoy vivo y por la que estoy muy agradecida, ha sido el resultado de muchos años de influencias externas. 


Cuando era niña, mi madre se encargó de que aprendiera todas las ocupaciones 'propias de la mujer', es decir, coser, tejer, bordar, cocinar, decorar... Mi padre, por su parte, no poco contribuyó en la educación de mi hemisferio derecho enseñándome a torcer puros, carpintear (trabajar con madera), y hacer todo tipo de trabajos manuales y reparaciones necesarios en un hogar por rudos y 'masculinos' que pudieran parecer. 


Su objetivo conciente era que 'la niña' aprendiera a hacerse todas sus cosas y no dependiera nunca de nadie, ni siquiera para levantar una pared si algún día fuera necesario. Su efecto inconciente fue que cuando llegó la hora de decidir qué hacer con mi vida, lejos de entrar en una carrera universitaria, escogí una escuela de artesanías porque las labores manuales (y los idiomas) eran mis únicas vocaciones claras en ese momento.


No puedo recordar los nombres de los maestros de aquella escuela que me descubrieron las cualidades de un sinfín de materiales (metal, piel, piedra, papel, arcilla, fibras vegetales, telas...) y me enseñaron las técnicas necesarias para moldear esas cualidades hasta ajustarlas a mis deseos. No recuerdo sus nombres, pero lo que de ellos aprendí aun lo continúo usando a diario.


Luego -y aquí es cuando la montaña se levanta a buscar a Mahoma- el trabajo ya comenzó a hacerse solo, o sea, aparecía en mi camino el nombre de una técnica nueva o encontraba un instrumento determinado y mi curiosidad natural me llevaba (y lo sigue haciendo) a buscar información y a capacitarme por mí misma. Tropecé también, por ejemplo, con ese programa infantil de televisión, Art Attack, que gotita a gotita fue haciendo resurgir en mí lo ya aprendido y mostrándome nuevas y fascinantes aplicaciones; y con Pinterest que al final no ha venido más que a mostrarme que en esto de la creatividad el cielo es el límite. 



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Comentarios

  1. Me ha gustado, muy original y fuera de lo común, tratare de seguirte la idea. Un besote y muchas felicidades

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