De cómo hay ausencias memorables que es mejor no rellenar.

Cuando estaba leyendo las aventuras (muchas) y desventuras (poquísimas) amorosas del resplandeciente príncipe Genji, una de las cosas que más me llamó la atención es que el capítulo donde debía narrarse la muerte de Genji o su separación del mundo en un templo no aparecía. Justo ese capítulo, según dicen los estudiosos, se perdió en los siglos llegando hasta hoy solo su título. Hay quien no se atreve a asegurar siquiera que alguna vez haya sido escrito. Recuerdo hasta haberles comentado sobre esto en uno de los muchos posts que le dediqué a esta lectura. Así de notable era esta ausencia que a mí hasta se me antojó una delicadeza más entre todas las de la obra; una consideración de la autora para con los lectores, ahorrándonos la decadencia del príncipe que desde su nacimiento estuvo destinado a convertirse en leyenda.
Después de esta breve introducción-recordatorio, pueden imaginarse la sorpresa rayante en alegría que sentí cuando vi que alguien se había dedicado a recrear ese capítulo ausente. Por supuesto que me lancé a leerlo, dejando de lado todo lo demás que tenía entre manos. Sin embargo, desde el comienzo de la lectura algo me resultaba chocante y solo al final, cuando mi espíritu terminó por resumir las impresiones que recibí de este texto, fue que pude darle palabras a esa incómoda sensación.
Quizás fuera porque la autora intentaba imitar el estilo del original sin conseguirlo del todo; o porque en lugar de elegantes poemas que invitaran al alma a viajar a lugares casi míticos, no había más que simples descripciones del paisaje; o porque en vez de detenerse justamente en la frontera en que varios siglos antes Murasaki levantaba su pluma más que con pudor, con la evidente intención de dejar que la imaginación del lector recreara a su gusto el juego de dos cuerpos (ya que intentaba imitarla), este otro texto decía más de lo que uno ansiaba escuchar; o porque, lejos de quedarse en casa llorando, si, la pérdida del príncipe, pero feliz de que gracias a estas renuncias estuviera más cerca de la completa iluminación –que en aquella época representaba y era comprendido por todos como la felicidad suprema-, bajo esta nueva pluma una de sus mujeres decidió seguirlo y continuar gozando con él de los placeres de la carne, aunque esto significara condenar a su alma a dolores eternos y a vagar sin salvación por los infiernos entre los espíritus más bajos y crueles -condena a la que no se hace la más mínima mención en este texto-; o quizás fuera la suma total de tantas piedras lanzadas al aire la que me hizo sentirme tan disgustada al final de esta lectura que, por suerte, no fue muy larga.
No soy hasta el momento escritora de ficción, y suelo admirar sinceramente a todo el que así escribe. Por eso me gusta, por lo general, comentarles lo mejor que encuentro en cada texto pero, y a lo mejor soy un poco intransigente, con este me es imposible. Incluso una historia de amor amerita un mínimo de estudio de la época y las costumbres en que se quiere ubicar al ser narrada. O al menos, si lo que queremos es imitar una obra ya escrita e intentar completarla, como en este caso, se impone una lectura más desapasionada de la obra original.
Se trata de “El último amor del príncipe Genghi [sic]”, del libro "Cuentos orientales" de Marguerite Yourcenar, publicado hace pocos días en el blog Ignoria. Léalo y disfrútelo quien aún no ha leído la historia de Genji narrada por la genial Murasaki Shikibu.

Pero recién comienza la semana, y para eliminar malas vibras les convido a ver una versión en anime de la historia de Genji, realizada en 1987, que disfruté mucho mientras leía la novela. Es la primera de diez partes. El resto lo pueden encontrar en Youtube. ¡Espero que les guste!







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Comentarios

  1. ¡¡¡Se me antoja también, qué cosas!!! En fin, voy a aplicarme porque a este paso, nunca me alcanzará la vida (aunque eso, ya se sabe) ;o)Y es que, Pelusilla, vengo de darme una vuelta por el blog de Misuangelo y no sólo me latieron los 2 libros que ya reseñaste sino otros dos, así que a ver cómo hago cuentas... Besos y buen inicio de semana, hermosa.

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  2. Palomita querida: Para gustos se han hecho los colores. Yo solo lei ese cuento, pero por ahi en internet hay quien reseña cada uno de los cuentos de este libro. Yo cai victima de mi "deformacion profesional", si asi puede llamarsele a mi aficion por Japon y su cultura.
    Los libros de Misuangelo puedes conseguirlos contactando directamente con el en su blog. Valen la pena.
    Un beso!

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