Metáfora de la ventana y el espejo (II)

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El hombre desde que nace es extensión. No es una cosa o un nombre, es una familia y una casa, un espacio (3), una relación. Por eso cuando digo “yo”, digo realmente “aquí” y “ahora”, digo circunstancia. Mi racionalidad es la racionalidad de ese microcosmos. No está en mi cerebro, está en ese topos y no es elucubración, es acción. No es una cadena de ideas en la pantalla de mi mente, es una relación ideal como la de mi cuerpo al ajustarse a la silla, o la de mi mano al manejar el tenedor, una relación que es a un tiempo necesaria y casual, real y posible, como todo acto de comprensión. Mi entorno es mi cerebro. Mi encéfalo es una neurona. Lo que llamo mi conciencia es función de ese entorno. Cuando trato de encerrar la conciencia en mi cuerpo, de arrinconarla en la oquedad de mi cráneo, siento que exploto por hipercondensación y amenazo con desvanecerme en una lluvia de estrellas sin destino. Cuando camino, el alma se despereza, se despierta, se alegra y percibo: Mente sana en cuerpo sano. Porque más allá de la adultez nuestro cuerpo crece y es isla, continente y planeta para salud del alma, que el alma se enferma si no crece y es sólo en el Universo que alcanza su espacio vital real y juega.
Lo que para la filosofía clásica es “penetrar”, para la filosofía no clásica es “salir”. “Salir” es comprender que “afuera” es también “adentro”, que también “Eso eres tú”. Así, paso a paso, el “mi-yo-aquí-ahora” se va expandiendo. Algunos en la expansión llegan muy lejos. Pero sólo unos pocos desafían la frontera donde “mi-yo” desaparece y viven como experiencia lo que para los filósofos es mera posibilidad lógica y para los demás, sólo muerte, extravagancia o locura. Porque tras la frontera se “avanza hacia atrás” o se “sale adentro”. Se sale allí donde “mi-yo” no existe, porque el Yo no es de nadie, como no es de nadie el sol u otra estrella. Porque como el sol, el Yo no cabe en mi casa, mi bolsillo o mi cuerpo, el Yo es del Universo y del cielo. Y es justamente la “profundidad de la salida” lo que distingue de un Marco Polo a un Siddhartha.
Mamardashvili nos describe el extravío humano con la imagen del “espejo”. El hombre existe mientras es conciente de que a cada instante debe elegir entre su realidad y su imagen especular, porque como en las trampas del cinematógrafo está constantemente al borde de creer que quien se peina es la imagen. Y sin embargo, pensamos que estas son meras extravagancias de filósofos, que no existen ni el “mundo trasespecular” ni “la caverna”, porque en todo caso es obvio que estamos ante un cristal que no oculta nada más que una pared, y que existimos “aquí, en el espacio de delante”. Así, aunque no entendemos la imagen del “espejo”, creemos que sabemos ubicar la imagen. Mas el “espejo” es para quienes entienden de imágenes, como Platón, Carroll, Mamardashvili o Nishitani (4). Para nosotros es la inmediatez de la ventana, cuyo cristal es la frontera entre el afuera y el adentro. Miremos. ¿En dónde estamos: entre el calor de estas paredes, en la sugestión de aquella calle o en la frialdad de aquella cumbre? ¿Desde donde nos asomamos a la ventana? Con toda la corporeidad de nuestro ser sentimos que estamos aquí, “adentro”, en este abrigado refugio desde el que nos asomamos al desamparo del mundo. Y nos sentimos a salvo tras el ventanal, atrapados “entre el espejo y la pared”.
Y así, aunque nadie lo diría, el principal obstáculo con que tropezamos en nuestra evolución espiritual es un espejo. La filosofía clásica, sin embargo, siente por éste y todo lo especulativo, la reflexión, la autoconciencia y la razón, la misma veneración que por su “espejo mágico” la madrastra de Blancanieves, y como aquella refulge de júbilo cuando el espejo le confirma que es la más bella. Para la filosofía no clásica, en cambio, la magia del espejo es perdición, porque nos hace creer que no somos nuestra imagen, que somos más reales que nuestro reflejo, que originalmente la elección ya ha sido hecha y estamos garantizados más acá de nuestra sombra. Y si es así, es porque la filosofía no clásica no tiene una visión contemplativa del reflejo, ni de la imagen y sabe que ésta no es mera pasividad, que hasta una imagen puede ser independiente e incluso autoconsciente sin dejar de ser por ello una imagen (5) , que también en el espejo hay grados de libertad suficientes para que vivamos a plenitud sin percibir que somos héroes inventados o soñados. Porque nuestra vida habitualmente no es más que la realización del sueño de otros y en ella no interpretamos más que el personaje que han inventado para nosotros. Con la seriedad del clown profesional vivimos escena adentro como tragedia, lo que ha sido concebido como farsa o comedia y para colmo nos hacemos dramaturgos y literatos cuando apenas somos seres de papel y tinta. (Continuará)




Notas:


(3) Aunque en el texto se emplea la palabra espacio no debe entenderse esta en todos los casos en su sentido físico, aunque este también esté implícito en la noción más amplia de topos. Esta aclaración es quizás también extensible al concepto de “ágora” en Mamardashvili o al de “basho” de Nishida Kitaro.


(4) Es sumamente interesante la interpretación que hace de la imagen del espejo en su obra El punto de vista del Zen, el discípulo más importante de Nishida, Keiji Nishitani: “Nevertheless, behind the study of the human being reflected in the mirror of the intellect lies yet another standpoint. And this standpoint is a necessary condition for that of the intellect to arise. When we arrive at this standpoint, the aforementioned distinction between the self which sees and the self which is seen brakes down, and the situation takes a complete turn. This standpoint becomes manifest when, to continue our analogy, I look at myself in a mirror and notice that the one in the mirror is looking at the one outside the mirror. Ordinarily, when we see our own face reflected in the mirror, we pay no attention to this. Or at least, our attention is rarely focused on this. Nevertheless, the one looking at one self in the mirror is, conversely, always seen by the same one who appears in the mirror. When we attentively fix our gaze on our own eyes, they gaze back at us from within the mirror. This is likely to disturb anyone the instant it is noticed. The situation here is completely different from that of observing oneself in the mirror. Here there is no longer any distinction between being “inside” the mirror and being “outside” it. The inside is outside and the outside inside. Here the threatening, sad or kind and lovable look in once eyes, like the equivalent facial expressions, all vanish into the gazing eyes. Here remain only the eyes that have come to gaze directly at the eyes of the one who is looking. There is nothing other than one’s own eyes gazing intently at themselves.
This situation is comparable to two mirrors mutually reflecting one another with nothing in between to produce an image. This, then, is no longer an observation of the objective self. The self is neither the subjectively colored mirror of the self-consciousness, nor is it an image reflected in the mirror of the intellect in which any such haze has been wiped away. In other words, it is not the self represented within itself as an object. For the intellect comes into being where the immediate self-knowledge contained in every form of our conciousness is refracted, so to speak, toward its own interior and becomes reflective self-knowledge. The latter level might be likened to a sort of screen which, while reflecting an image, also reflects itself at the same time, thus making the image three-dimensional – similar to the case of the universal human being seen directly in the perception of each individual…” (Véase, Op. cit. p. 5-6)

(5) Sobre la importancia de la categoría de cuasi-sujeto en la comprensión del arte y otras esferas, véase la obra El mundo de la interacción comunicativa de Moisei Samóilovich Kagán.



Gustavo Pita Céspedes
Kioto, 1993

Comentarios

  1. Presente!

    Aquí ando Pelusita pero no acabo de leer... vi que hay una primera parte y tengo que leerlo completo antes de decir algo.

    Vuelvo

    Besos con cariño.

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  2. Caray! Pelusita, ahora si te pasaste, mira que a esta hora de la mañana, no sé ni como me llamo, así que al igual que el que está acá arriba, espero que pongas todas las partes para poder opinar, y si no digo nada es que mi mente no carburó.

    Voy por un café para que me haga reccionar, ¿quieres uno?, ya vengo.

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  3. Hola. Me he guardado una copia de la imagen, con tu permiso. Representa a Buddha cuando se manifestaba como un seguidor de la vía ascética, antes de revelar el Camino Medio. Cuando vivía en el palacio de su padre rodeado de lujos y comodidades, esto era un extremo, la vía ascética era otro extremo. La enseñanza final es el Camino Medio.

    P.S. Si quieres puedes poner en la cola de tus libros para leer, que debe ser bastante larga, las Novelas Cortas de Ivan Turguenev, en editorial Alba, en la colección Alba Maior, o algo asi (no tengo el libro aquí y no puedo verificar). Creo que te puede gustar. -- Que estés bien.

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