Magnanimidad de la Cultura.

“Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno”, dice un viejo proverbio, pero acaso pueda afirmarse también, con no menor razón, que nada es ni puede ser ajeno al hombre. Sin discutir aquí quién hizo a quién a su imagen y semejanza, lo cierto es que el hombre tiene el poder de convertir lo ajeno en propio, como Dios el de transformar el pecado en virtud. En todo caso la actitud genuinamente humana es siempre asimilar, incorporar, no eliminar ni rechazar.
Hay un poderoso medio que permite rescatar a la oveja extraviada; que en el fondo, no otra cosa es el hombre. Pero el problema fundamental es rescatar tanto a la oveja como a su extravío, porque el símil entre oveja y hombre termina justamente en el punto en que la oveja perdida regresa a su rebaño.
Hacer de un ser viviente un hombre significa ganarlo para la sociedad sin perder en él al individuo. Y el individuo es indivisible en cualidades buenas y malas. Sus virtudes y sus defectos coinciden en los extremos. Llevemos al virtuoso orador a su límite caricaturesco y tendremos al demagogo charlatán. Como enseña ya Platón, la democracia degenera en tiranía.
Si algo hay que aprender del arte post moderno es que el hombre no debe traicionarse nunca a sí mismo. Un ser humano lo es mientras es fiel a sus pasiones más incomprensibles. Encuentra la totalidad de sí mismo en esas propias pasiones que lo pierden. Y nada gana si, al salvarse de ellas no salva consigo su pasión.
Y sin embargo hay un poderoso medio que permite rescatar tanto a la oveja como a su extravío y salvar al hombre sin sacrificar a sus pasiones.
La cultura rescata lo que la sociedad excluye. No desecha ni rechaza, sino que comprende, denomina y ubica. Cultura es magnanimidad. En ella hay siempre cabida para el id, lo alienum y los otros.
Por eso, si hay una cualidad cultural importante a desarrollar en nosotros es el discernimiento. En esto está el secreto de la lucha contra el alcoholismo, el tabaquismo y las más diversas adicciones. Un alcohólico es un individuo sin cultura alcohólica. En el alcohol se resume para él, sin distinción de aroma, color, cuerpo o sabor, todo el espectro etílico que va del Armagnac al agua de colonia. Un individuo sin cultura sexual reacciona con la misma vehemencia endocrina ante la abstracción de un cuerpo desnudo, encuéntrese este, tibio, a su lado en el lecho, contorneándose con desbordante vitalidad en un show erótico o hincándole sus pines desde una foto pornográfica de alta resolución.
Si hay una lucha absurda, es la pelea del hombre contra su deseo. Este tiene motivaciones no sólo subjetivas, y es resultado de la ignorancia; en otras palabras, de la percepción limitada de su agente estimulante. Una luz, por tenue que sea, se intensifica cuando en torno a su foco estrechamos un diafragma. De niños solemos avivar el brillo de las estrellas con sólo entrecerrar los ojos. La restricción no hace otra cosa que avivar el deseo.
Hoy se desarrolla a nuestra vista una batalla campal contra todo lo que huela a tabaco, tras la cual podemos sospechar, con un signo de carácter opuesto, el mismo burdo interés de la ganancia. Hubo, con todo, una época en la que el tabaco cumplía una importante función cultural. Entonces era para el hombre apenas un instrumento y le correspondía dentro de la cultura un nicho: el del rito mágico. El behíque de la ancestral cultura taína buscaba en el humo de la amarga hierba la elevación a un nuevo estado, puro, de conciencia. La comercialización del cigarrillo ha convertido al hombre en el instrumento de un pitillo, cuyo consumo alterna con la esclavitud de su monotonía laboral. En torno al habano se ha creado, por el contrario, una diversificada cultura y los que saben fumar lo hacen, cual modernos behíques, sin apuro, escogiendo el puro, el tiempo y el lugar. La perseverancia de la ceniza es un signo de buena calidad y cabe predecir que merced al discernimiento del experto, la escultórica ceniza del habano estará aún mucho tiempo sin caer.



Gustavo Pita Céspedes
Publicado en Revista El Sótano
Ciudad de México, 2007

Comentarios

  1. Hola ¿cómo estás?que bueno tu posteo, de verdad muy bueno. Seguimos leyéndonos. Cecilia

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  2. "La perseverancia de la ceniza". De este post me gusta en especial esa frase, porque su intención y sentido alcanzan para mucho. Ya intentaré hacer algo con ello. Saludos, y gracias por otro post provocador.

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  3. Querida Pelusa: ahora sí he logrado leer con calma como deben ser estas cosas, sin prisas y para saborearlas (algo así como un buen tabaco, jeje). Confieso que me gusta leer a G pero no siempre la vida me da para hacerlo como lo requiere la situación. Lo que más me gusta es en todo lo que me deja pensando (Mara ya me lo había advertido con mucho gusto). Me ha parecido importantísima la idea de que la cultura rescata lo que la sociedad excluye, muy cierto. Si entiendo a La cultura como algo venido de aquel mundo de las ideas, entonces todo lo engloba porque siempre habrá la suficiente diversidad para echarle mano a todo. Aprender a discernir, todo un paquetón pero tarea que en verdad, vale la pena toda la vida. Muchos besos desde la casi lluvia.

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  4. Y perdón por mi "todismo" repentino. Confieso que me cuesta trabajo estructurar mis frases en estas ventanas tan pequeñas.

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  5. Pelusa:

    Si no fuera por tí, yo no podria tener acceso a este tipo de docuemntos de enriquecedora intención, Sin embargo es que la autopista de la información de la que estamos presos nos hace tener demasiada información disponible y filtrar lo bueno, es complicado a veces!

    Gracias por el texto, oyeeeeeeeeee me gustó mucho la imagen de bienvenidos fuiii fuiiii (silbido coqueto)

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