Proyecto 365, dia 88: La cortesia de la simplicidad.

A mí con los libros de historia me sucede algo muy desagradable: no los puedo leer. Es traumático para quien, como yo, es aficionada a esta materia. Lo cierto es que esos libros donde cada dos palabras aparece una fecha y en cada párrafo aparecen al menos tres nombres de personalidades me son completamente ilegibles. Es como si estuvieran escritos en alguna lengua muerta y olvidada por la humanidad. Por eso prefiero las biografías bien contadas, como las que escribía Stefan Zweig, por ejemplo, o las de Chesterton (que ya estoy deseando leer), y estoy convencida de que se aprende y se disfruta mucho más la historia desde sus páginas que desde los aburridos libros plagados de cronologías para recordar.
Con todo, esto no es tan traumático como tratar de entrarle a un texto puramente literario y no entender ni jota. Así me sucedió con “Paradiso” de Lezama: a pesar de haberlo comenzado cinco veces, ni en una sola ocasión pasé de la octava página. Quizás la culpa fue de que era apenas una adolescente y no era el mejor momento, quizás tuvo que ver el que al mismo tiempo descubriera a Carpentier –El arpa y la sombra- con sus luminosas páginas que opacaban del todo a las laberínticas lezamianas. No sé, quizás pudo haber sido el que mi cerebro sencillamente no tenía las suficientes conexiones neuronales para descifrar el texto. Hasta hoy no he podido superar el trauma que me dejó aquel infructuoso intento, y Lezama sigue siendo un inalcanzable. Nunca he vuelto a tocar uno de sus libros, y no sé cuándo me anime, la verdad.
Pues hoy he tropezado con una tapia similar. Era un pequeño texto contemporáneo, filosófico, interesante… y complicado. Tres veces seguidas tuve que leer y releer una página. Tuve, incluso, que leerla en voz alta antes de extraer al menos un sentido de aquellas líneas y estoy segura de que se me escaparon muchos más. ¡Ah, cuánto extrañé al buen Descartes! Me sentí como una pelota de tenis rebotando una y otra vez contra una pared.
No obstante, me sirvió para entender por qué me gusta tanto la prosa (mas en el estilo martiano) escrita con la cortesía del lenguaje afable, que da la bienvenida al lector desde las primeras páginas, que te deja adentrarte a gusto pero que, al mismo tiempo, no te deja “dormirte en los laureles” y te hace reflexionar.

Comentarios

  1. Las dificultades en la lectura tienen, para quien aprende a leer, la recompensa del discernimiento. Recomiendo (valga el comercial) la lectura del post "Libro interruptus" colocado allá en la pocilga, precisamente sobre esto, y el libro de filosofía del que proviene ese extracto. Saludos.

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  2. Leyendo esto que escribes me recordó que me ha pasado algo similar con algunos libros. Lo chido, es que me gusta lo que escribes, porque fue de corridito y no me costó nada de trabajo.
    saludos

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  3. Ivanius: Alla voy!

    NTQVA: Pues que bueno que te gusta. Yo soy de las de prosa sencillita y cotidiana, como para no complicar a nadie. jeje

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