Proyecto 365, dia 66: Disfraz ecologico.

"Bien vivio quien bien se escondio"


Cuando era niña me gustaba jugar a las enfermeras, ya saben: me ponia el trajecito blanco con su capa azul y roja, un sombrerito tambien blanco y sacaba del cajon de los juguetes todos los implementos necesarios para curar a mis muñecos (jeringas, termómetros, gasas…). Pues cual no seria mi asombro –que no alegria- cuando un dia una amiguita me regalo un segundo martillito de esos de golpear en las rodillas para provocar reflejos motores. Ya yo tenia uno azul, pero de pronto aparecio este nuevo luciendo su color rojo brillante y yo no sabia entonces con cual de los dos jugar. A veces, jugaba con los dos a la vez, uno para cada rodilla de mis muñecas, pero esto tambien terminaba por crearme un conflicto porque no queria que mi antiguo martillito azul se sintiera triste o desplazado si acaso usaba el rojo con mas frecuencia. En esos momentos, cuando mi pequeña cabecita no daba para encontrar mas soluciones, devolvia todo a su sitio y me sentaba a leer.
Debo confesar que esta hipersensibilidad –como he decidido llamarle para no caer en definiciones como trauma, ensoñaciones u otras peores que hacen que los demas terminen mirandote raro- me acompaña aun hoy. Quien sabe donde habran quedado aquellos martillitos de la infancia, pero vivo como todos acompañada de objetos y no puedo dejar de preguntarme si acaso el alma, esa otra parte tan peculiar, es un atributo unicamente humano.
En la mitologia japonesa encontre algo al respecto. Ellos creen que los objetos no son del todo inanimados y que cuando ya no nos sirven no se pueden tirar asi sin mas. Tienen ciertos ritos –shintoistas, por supuesto- para aplacar su alma –la de los objetos- e incluso se cree que de no hacerlos, un dia al año estas almas relegadas se juntan convertidas ya en monstruosos y vengativos espiritus, y bajan de las montañas en procesion carnavalesca por las calles de la ciudad.
Yo, por el contrario, no les temo, pero lo pienso mas de una vez antes de botar algo. Cuando ya no me sirve mas, cuando ya no le encuentro un nuevo uso, entonces tiro el objeto en cuestion no sin antes agradecerle por todos los servicios que me ha brindado.
Con la explosion del ecologismo y los partidos verdes, creo que bien puedo “disfrazar” mi sensibilidad excesivamente desarrollada de espiritu en armonia con el planeta para pasar desapercibida. Buena idea, ¿no?

Comentarios

  1. Debo confesar que las limitaciones de espacio y haber visto algunos ejemplos de excesos de acumulación me invitan a ser moderado a la hora de conservar. Sin embargo, nunca me había puesto a pensar en "la filosofía" del guardador, y en ese sentido, la idea del espíritu de las cosas me parece un buen punto de vista para que cada quien sea, a la vez, "bueno con el planeta" y fiel a sí mismo.

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  2. Yo no guardo, Ivanius... Durante mucho tiempo vivi entre miles de cosas que nunca use, pero el cambiar con frecuencia de casa, de barrio, de pais, me ha obligado a aprender a tener lo imprescindible. En mi casa no suelo tener nada de mas -lo mas abundante son los libros, pero esos nunca sobran. Lo pienso muuuucho antes de comprar algo, y solo lo hago si lo necesito realmente o si puede reemplazar algo que ya no sirve.
    Saludos!

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