Las hojas y el tiempo

A mi Maestro, en su 110 aniversario.

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Una vez nos confesó que le habría gustado ser cantante, y nos contó que en ocasiones soñaba que cantaba y cantaba con profundo sentimiento, y se despertaba cantando en medio de la noche.
Luego comprendí que, más que la solemnidad de la oratoria, lo que confería a sus conferencias su encanto era la transparente gracia del canto.
Conocí a García Galló en el año 1976 y fue mi maestro hasta febrero de 1992, cuando murió. Este plazo relativamente corto, equivalente en términos temporales al de los decisivos primeros diecisiete años de mi existencia, redefinió mi vida hasta tal punto que sigue influyendo en ella hasta el presente y de seguro que así será por siempre.
Y es que cuando le conocí, Galló me hizo experimentar un sentimiento que era para mí del todo nuevo: fue gracias a él que por vez primera me sentí discípulo porque en él por primera vez sentí a un Maestro. Afecto único, tan importante en la formación de todo ser humano como el de padre-hijo, hermano-hermano, esposa-esposo, amigo-amigo…
Los padres son quienes cultivan en nosotros el amor a la familia, a la casa, al jardín, la mascota, la historia y las costumbres familiares. Maestro es aquel que en nosotros despierta el amor a la humanidad como nuestra gran familia, pero también a la sociedad, la naturaleza, la cultura y su historia. Es él quien desvela en nuestra alma el espejo de la autoconciencia moral, la conciencia de lo que en lo más hondo eres y puedes llegar a ser para los demás.
A través del Maestro nos hablan milenios de historia. Y nuestro-Maestro-de-siempre hace de nosotros sus-discípulos-para-siempre y nos convierte así en para-siempre-discípulos… Relación inmutable, en la que de su inveterada sabiduría mana inmarcesible nuestra juventud.
La mañana de domingo era fresca y el aire mecía con suavidad los árboles del patio, sobre cuyo tronco el sol acariciaba las orquídeas.
Sentado en su mecedora, Galló conversaba de filosofía con nosotros mientras, a ratos, masticaba con evidente deleite su puro.
Entonces, apareció su esposa y empezó a barrer las hojas secas que la ventolera habían hecho caer a montones hasta casi cubrir la escasa hierba.
-No barras la hojarasca, Grofelia querida; como decían los antiguos, ese es el humus que alimenta la tierra.

Gustavo Pita Céspedes
Bellaterra, Barcelona, miércoles 6 de enero de 2016.
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Comentarios

  1. que puedo decirles chicos, solo que poder experimentar ese sentimiento por alguien que nos transfiere conocimientos es un privilegio que no tenemos todos, felicidades por haber podido experimentarlo

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  2. Muchísimas gracias, querida Vilma. En efecto, se trata de un afecto muy especial, que está vinculado a nuestro descubrimiento del Universo - palabra, como decía Martí en sus cuadernos de notas, maravillosa: lo Uno en lo diverso, lo diverso en lo Uno - y de una dimensión totalmente nueva, "trascendental", dentro de nosotros mismos... Feliz 2016 para ti y tus familiares. Gustavo

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  3. Muchas gracias por compartir ésta experiencia tan profunda y bonita...
    Muchos saludos,
    Bardia

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  4. Siempre he pensado que ser maestro es un don divino, y este homenaje me lo confirma, que un alumno recuerde de esta manera a su mentor, indica lo fuerte que fue su influencia. Saludos Gustavo :)
    Abrazos Pelusa!

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