Del arte de nombrar el mundo

Hay quienes se fijan mucho en el ser humano, que no es lo mismo que ser chismoso o “cotilla”. Se fijan en los otros no para señalar sus virtudes o defectos y luego hablar bien o mal del prójimo, sino con un espíritu observador, desde el punto de vista del aprendizaje porque, según ellos, no hay nada más interesante.
Yo soy un tanto diferente. Pertenezco mas bien al bando de los que vamos por el mundo siempre ‘mirando las musarañas’, es decir, fijándonos más que en hombre, en el perrito que éste lleva de paseo; o incluso llegando a tropezar con él sin haberlo siquiera visto por estar mirando un árbol que nos pareció bonito, un ave que alzó vuelo a nuestro paso, o simplemente recogiendo una ramita para luego dibujarla en casa.

La vida, vista desde esta perspectiva, es siempre nueva y disfrutable. Y se siente muy bien cuando descubrimos que no estamos solos, como me sucedió hoy al encontrar el blog “Árboles con alma”, dedicado a la flora que abunda por estos lares. Gracias a este espacio el mundo a mi alrededor resulta menos desconocido aunque no por eso menos fascinante. 

Así puedo decirles que lo que veo frente a mi ventana cada día no es un bosque de pinos a secas, sino que se trata de un bosque de pinos llamados ‘blancos’ por el color cenizo de su tronco y ramas;

y que aquel árbol desconocido que me gustaba llamar “pino de Hogwarts”, por ser una conífera que de alguna manera me recordaba el ambiente de la escuela de magia, no es un pino sino un abeto en todo su esplendor. 

Es bueno saber, y mejor aún es que existan espacios donde aprender sea un deleite.

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