Balance de impresiones.

Algo que nos enseñaron nuestros amigos japoneses es la importancia de hacer un pequeño balance de los aspectos positivos y los negativos después de terminada cualquier actividad, ya sea un viaje, una fiesta, una práctica... Eso ayuda a evitar errores en nuevas oportunidades y garantiza de alguna manera que todo el esfuerzo no quede en el aire, proclive al olvido.
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-¿Qué fue lo que más te gustó de este viaje?- me preguntó G uno o dos días después de regresar de Valladolid.
-¡Difícil pregunta!- le esquivé y me puse a husmear entre los recuerdos de las recientes vivencias  buscando una respuesta. Todo era lindo, nuevo; todo estaba recubierto por la magia de lo por descubrir pero…
Si hubo algo que aprendí en este viaje, a golpe del más puro dolor y sufrimiento, es que los zapatos deben estar pensados más para la comodidad y protección del pie que para la belleza. Llevé conmigo un par de zapatos de tacón alto que me sirvió para los eventos “oficiales” solamente, y unas ballerinas recién adquiridas, blancas, ligeras, sencillas… aparentemente el colmo de la comodidad. Fueron estas las que escogí para el viaje de ida y fueron las responsables de que anduviera con mis pies adoloridos todos los días de nuestra estancia allá: la suela era demasiado delgada por lo que mis pies palparon como si estuvieran descalzos cada uno de los accidentes del terreno que pisaban, y el material que cubre el pie era tan pero tan ligero que no ofrecía ningún tipo de soporte… Por suerte, mujer precavida, llevé un tercer par de zapatos de tacón bajo y material protector pero ya el daño estaba hecho y mis pies dolieron y dolieron cada día pasado en Valladolid.
Así las cosas, y para responder finalmente a la pregunta de mi G, ¿saben qué es lo que recuerdo con más agrado, aquello a lo que están atadas mis más gratas impresiones de este viaje? Ni más ni menos que el hotel en que pernoctamos, justo en esos momentos en que regresábamos después de todo el día de andanzas, me quitaba los zapatos y posaba mis doloridos pies en el piso fresco. ¡Aaaahhh! ¡Qué momentos aquellos!

Estatua de peregrino en el camino de Santiago, en la ciudad de Leon, España.
Imagen tomada del blog ApunteS + ó - RaroS

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Comentarios

  1. Uuuy!!! Unos malos zapatos pueden hacerte un viaje miserable!!! Pero qué bueno que no fue tu caso!! besos

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  2. ¡Ay, Pelusilla! Si yo te contara cómo sufro con los zapatos en forma cotidiana, quedaría claro que sé de sobra cómo te sentiste en el viaje, ni hablar... Lo que sí, la foto de la estatua del peregrino me en-can-tó, besitos.

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