Proyecto 365, dia 118: Un buchito de cafe (I)

A mi me gusta mucho el café, pero estoy conciente de que es un gusto aprendido. De niña no lo podía ni probar, por amargo, pero uno crece y aprende que tiene buenas propiedades, que brinda un estimulo intelectual nada desechable, que es un buen tónico de corazón y que es un pretexto mas para compartir con otras personas un buen momento. Sin embargo, crecí acunada por su aroma… Como tantas otras cosas, es parte de mi historia personal.
No recuerdo ni un solo día de los 17 años que viví con mis padres que mi casa no oliera a café desde bien temprano en la mañana. Cuando mi madre me despertaba para irme a la escuela, poco antes de las 7 a.m., ya había hecho la primera colada con la que coloreaba un poco mi leche del desayuno. Ella solía decirme que ese era como su motor de arranque: si antes de las 9 no había degustado su primera taza, la cabeza comenzaba a dolerle como si se le fuera a partir.
Colar café en mi casa –y me atrevería a decir que en todas las casas de la isla- era no solo necesario, sino que había ya cobrado incluso tintes de ritual, la versión caribeña de la ceremonia del te. Cada día al levantarse, mi madre ponía al fuego la cafetera (que después me entere que es de estilo italiano) con el filtro repleto de café molido y en cuanto colaba lo vertía en un jarrito de aluminio en el que previamente había puesto dos o tres grandes cucharadas de azúcar. Lo batía todo muy bien y lo echaba cuidadosamente dentro de un termo. Enfriaba bajo el grifo la cafetera y repetía la operación un par de veces más. Ese era su café de reserva, solo para ella y mi padre.
Cada vez que aparecía un vecino, un amigo o cualquier visita en casa, mi madre preparaba inmediatamente la cafetera para hacer una colada fresca. Ofrecer café del termo, recalentado o frío, era una vergüenza para el anfitrión. Y una pregunta del tipo: “¿Vd. toma café?” era casi una ofensa para el huésped. Todo el mundo daba por sentado que el resto también lo tomaba, y juro que nunca vi a nadie rechazar la taza que le ofrecían. Mi madre se sentaba a conversar con la visita también con su taza en la mano -porque no acompañar hubiera sido una descortesía- pero cuando estaba ella sola en casa, sin extraños, no usaba tazas ni nada tan sofisticado, sino un jarrito de aluminio esmaltado en blanco con una línea azul en el borde. Cariño debía tenerle a aquel sencillo implemento porque lo usó durante muchos años, hasta que ya no quedaba del esmaltado ni el recuerdo, y cuando por fin lo cambió por uno nuevo, el sustituto se parecía muchísimo al anterior.

Comentarios

  1. Inigualable aroma Pelusa! A mi me pasa como a tu mamá, no soy persona hasta que tomo el primer café! De más jovencita simpre preparaba yo la primera cafetera matutina, en casa de mis padres y después, en mi casa. Más tarde, con la llegada de los niños y las prisas matutinas, este ritual sólo es posible los fines de semana. Pero desde entonces, tengo la costubre de salir de casa unos 15 minutos antes para tener tiempo de tomar mi primer café en un bar cerquita del trabajo y degustarlo tranquilamente mientras repaso la agenda del día. Es mi momento!!
    Un besote!

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  2. Debo decir que yo tomé mi primera taza de exprés cuando, en Cuba, fui a visitar a una familia amiga. Nunca había entendido cuál era la gracia de tomar "muestras de poso negro" como les decía yo antes. Tal como dices, nada más entrar me pusieron delante la taza de café... y por supuesto era impensable negarme.
    El resto, como dicen, es historia. Aprendí la diferencia entre tomar café "porque es la bebida más barata" y gustar del café.

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  3. Hola Pelusita te cuento que me has hecho recordar mucho, te cuento que mi mami también tenía un jarrito esmaltado, que de tantas veces que lo tumbe se fue como llenado de lunares negros. Recuerdo cuando colaba el café y después lo echaba en esos jarritos de aluminio el mismo ritual que cuentas. Te diré que a mí el que más me gustaba era el de tetera, la abuela le hacía a mi mami los forros y ella colaba allí su café. Cuando me hacia mi leche en las mañanas con aquella pizca de café antes de ir a la escuela. Como he recordado con tu historia Un beso Pelusa que tengas una linda semana

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  4. El buen aroma me trajo hasta acá... y es que el café, me encanta. Lo tomo desde pequeña y me gusta "el de verdad", nada de aguas de calcetín. Hace años, por un problema gástrico, lo tuve que quitar de mi lista diaria indispensable y ahora, sólo lo paladeo de vez en cuando, pero cada taza, es siempre muy bienvenida... ¡Bien por tantas memorias, Pelusilla! Dejo muchos besos aromáticos.

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  5. Mmmm! Hasta aquí se siente, Pelusita, ese olor que despierta a Cuba entera por las mañanas!
    Así era en mi casa, menos por el azúcar, nunca te pusimos tanta porque al clan nuestro le gustaba amargo.
    Una de las cosas más tristes del período especial fue que ya no teníamos café para brindar constantemente a todo el mundo. Ver la cara triste de mi madre por ofrecer sólo agua al visitante, todavía me parte el alma.
    Por cierto que era así que se servía en mi casa: un vaso de agua helada y una tacita de express.
    Ah! Pero cuando se organizó el mercado negro, cambiábamos los cigarros de la cuota por café, ya que nadie en casa fumaba, y cambiábamos todo lo trapicheable por el imprescindible café! Y luego cuando el café se puso "infecte" como diría Marcelito Proust, redescubrí la costrumbre francesa de aromatizarlo con canela para poder seguir agarradita a mis cubanas costumbres. Sin esa ayudita extra en el sabor aquello sencillamente no había quien se lo tomara.
    Aquí he descubierto...
    oye, que va: ya paro, que ahorita el comentario es más largo que el post! Niña, se ve que como tú bien pusiste ahí, el café estimula! :-) Será por eso que hablamos tanto los cubanos, porque ya tenemos ese aroma entrelazado en la cadeneta de los genes?
    Besos desde Suecia, uno de los países del mundo donde más café se toma!
    Promento post con cafeína en mi blog en un futuro no muy lejano, inspirada por Pelusa ;-) Hay tela por donde cortar!

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  6. Algo parecido me pasa con mi familia, todas las tardes mi mamá nos daba de merendar con café, hasta ahora probar café con leche me recuerda de inmediato esas tardes-noche disfrutando de las anécdotas de cada uno de mis hermanos o mis papás.

    Con respecto al ritual de anfitrion-invitado, desde niña me ha gustado, podre parece ñoña o aburrida, pero me encanta recibir gente en mi casa y ofrecerles y atenderlos como se merecen, como mis invitados.
    Saludos Pelusa.

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  7. Cafecito... Siempre he soñado con que el olor del café sea la asociación con la felicidad de Z. Yo nunca volví a tomar un "americano" en mi vida, y es que olor con que me despertaba la Habana, me sabía a futuro y a presente, y la cordialidad del termo acompañante para el resto del día, era casi de complicidad. Ahora, soy la encargada de aromatizar todo el edificio, y hasta hay vecinos que me lo han agradecido, pues somo los del "express".
    Gracias por hacerme recordad de dónde ha salido conformada esta extraña identidad con la camino por la vida.
    ¿Un cafecito?

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  8. Creo que disfruto mas el olor que el sabor, pero me encanta. En mi casa no se acostumbro nunca.. a mi papa le baja la presion a mi mama aunque le guste le crispa los nervios, asi que mi hermano y yo le escondiamos el frasco de cafe para que no se pusiera neuras... que a veces no se que era peor, asi que yo lo tomaba en casa de mi abuela que era todo un rito desde irlo a comprar en grano y luego al molino a hacerlo polvo y luego que la canela y que la olla y no se que... ella sabia de eso. yo em quede solo con en aroma del recuerdo y creo que por eso me gusta.

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  9. Hola Sonia! Que bueno tenerte de vuelta!
    Mi mama no trabajaba, quizas por eso tenia mas tiempo para su cafecito matutino. Pero tu comentario me deja con una sensación muy agradable: has encontrado la forma de mantener tu espacio a pesar de las exigencias que implica una familia y el trabajo para la mujer… De grande, yo quiero ser como tu!!! Besos!

    Ivanius! Asi que has estado por aquella isla tu tambien! Ya me contaras un dia que tal tus impresiones… El café en Cuba se degusta, como si fuera el mas fino de los cognacs, sorbito a sorbito… y alla no es precisamente la bebida mas barata! Un abrazo!

    Azucala: Me imagino. De esos jarritos esmaltados habia al menos uno en cada casa, eran una especie de implemento ineludible, por eso me parecio simpatico traerlo a colación en el texto. Un sabor como el del café con leche como el que me hacia mi madre –y seguro que la tuya- en aquella epoca escolar no lo he encontrado nunca. ¿Qué le pondrian? Besos!!

    Palomita: De ese precisamente hablamos, del de verdad. No hay otro! Yo tambien lo tomo muy de vez en vez. Una sola taza me pone el corazon a mil y me deja los ojos como platos por el resto del dia y de la noche. Aprovecho para tomar cuando ando por ahí de paseo, porque entonces camino mucho y canalizo toda la energia que me da. Un cariñoso abrazo!

    Silvita: Cuando el periodo especial en mi casa hacian una sola colada mañanera y la estiraban para todo el dia… El café de las visitas se mantuvo invariable! Imaginate que habian vecinos que iban a mi casa expresamente por el café en esa epoca… Mi mama lo sabia y, lejos de sentirse molesta por los “aprovechados”, los recibia con gusto. Era su manera de ser generosa en una epoca en la que serlo era un lujo que pocos se podian dar. Pienso escribir un poco mas sobre este tema, pero no he tenido tiempo…Seria interesante leer tus experiencias con esta bebida en Suecia! Espero tu post!

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  10. NTQVCA?: Me encanta haber despertado tan lindos recuerdos en ti. Para mi esos recuerdos de familia unida y feliz pasando un buen rato son los mas atesorados. En la ceremonia del te japonesa hay un dicho que resume todo el espiritu de esta ceremonia, santo-sanctorum de la hospitalidad: “Una vida, un encuentro”. Asi que no te preocupes, no eres ñoña ni nada de eso, tienes toda una antiquisima tradición que te respalda! Besos

    Te imaginaras, Marita, que cuando llegue a Mexico y probe el café americano y el resto de variedades –incluyendo el Express- me quede ligeramente desencantada. Aquello no era café... Pero cuando llegue a Japon, mi asombro llego al maximo: alli se va a tomar te, indudablemente, no te recomiendo que pidas ni un café si alguna vez pisas aquella otra entrañable isla. Por suerte, aquí hacen buen café, bastante parecido el Express al de Cuba y los demas deliciosos! De Mexico recuerdo con cariño los cafes de olla, un sabor autentico e inigualable! De hecho, una de las cosas que lamente no poder traer de tu tierra conmigo es la olla y las tacitas preciosas para hacerlo y servirlo. Lo que si tengo es el molinillo del chocolate! En eso andamos, desnudando la identidad de a poquitos…

    Sonia: El café de olla, como le decia a Mara, se merece todo mi respeto. Desde que lo probe la primera vez quede encantada, y ya nunca mas me pedi un te después de la comida… Lindo recuerdo el tuyo!

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