Proyecto 365, dia 84: Confesiones de una carnivora.


El único intento que he hecho en mi vida por ser vegetariana duró apenas seis meses. Estaba yo en una edad difícil, recién independizada de mis padres y entrando en un nuevo grupo de amistades donde unos pocos, que pronto llegaron a ser mayoría, habían eliminado la proteína animal de su dieta. El vegetarianismo en este grupo era solo una parte del “muy sano” modo de vida que habían decidido llevar practicando ejercicios orientales, haciendo meditación, asistiendo a conciertos de trova o rock y esperando casi cada amanecer con una guitarra y alguna botella del vegetariano ron en el muro del Malecón.
En un país donde la media escucha música salsa, va a bailar a los salones de las cerveceras y, por supuesto, considera la carne de cerdo como el más exquisito de los manjares, este grupo y unos pocos mas, marcaban la diferencia. Así que en mi afán por integrarme a ellos y escaparme de la cotidianidad, yo también dejé de consumir carne.
Al principio fue difícil, porque en mis comidas desde que nací nunca había faltado este elemento, pero ahí estaban todos mis nuevos amigos para darme ánimos y, por suerte, estaba también la ausencia de mis padres de casa, sin la cual estoy segura que no lo hubiera logrado. (¿Quién le dice a una madre cubana que su hija no se quiere comer el pedacito de carne que con tanto trabajo ha logrado llevar hasta la mesa?) Sin embargo, llegué a acostumbrarme casi del todo, lo aseguro, salvo en aquellas ocasiones en que pasaba por una cafetería en la que estuvieran vendiendo el tradicional pan con lechón. Saltaba entonces mi yo vegetariano para alertarme contra semejantes tentaciones y entraba en flagrante lucha con el yo hambriento que buscaba desesperadamente en mis bolsillos a ver si por fortuna me alcanzaba el dinero para comprarme la oferta.
Mi ángel guardián me había llevado por esas fechas a conocer a un buen amigo y excelente consejero que un día me preguntó el por qué de mi vegetarianismo. Con la sinceridad que caracterizaba nuestra relación fui incapaz de soltarle el discursillo que había concebido para situaciones como esa, en el que hablaba de los animales y su derecho a la vida y de los efectos nocivos de sus grasas y sus proteínas en el organismo. “Por moda”, le contesté con la mas plana de mis verdades, y me lancé a contarle de los fuertes dolores de cabeza que sufría luego de la lucha entre mis yoes frente a las cafeterías.
“Eso es estrés –me dijo-. Tu intento por llevar ese tipo de dieta te está estresando. Al vegetarianismo se llega por necesidad (en caso de que realmente el cuerpo rechace este alimento), por convencimiento real o como resultado de un camino recorrido internamente que haya logrado desarrollarnos al punto de que nuestro organismo ya no necesite de los nutrientes que la carne aporta. Nunca por moda. Asumirlo al comienzo de un camino es engañarte a ti misma, es como comenzar por el final. En tu caso, el estrés esta resultando mucho mas nocivo que un buen filete. Tu eliges.”
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Si alguna vez vuelvo a las andadas, será por convencimiento, por simpatía con los animales..., pero ese día aun no ha llegado para mi.

Comentarios

  1. Yo definitivamente estoy negada para ser vegetariana, lo he intentado algunas semanas, más que nada para desintoxicarme, pero solo eso.
    Bien por tu voluntad, pero que mal que no te sentieras mejor.
    saludos.

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  2. Bienvenida NTQVA: No te creas, me senti mejor... cuando deje de querer ser lo que no soy. jaja.
    Un beso!

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  3. Si revisamos la historia d ela evolución de la humanidad, vreemos que el hombre empezó a evolucionar más cuando comió CARNE. El abuso del consumo de la carne no trae ninguna buena consecuencia, pero no hay un argumento vegetariano que vaya con mi organismo. Me gusta, la disfruto y la trato con el respeto que se merece. ¡Bien por tu confesión! Eso, eso si es de grandes introspecciones pelusita. Un beso.

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  4. Esto inevitablemente me recuerda a Chesterton, uno de los santos patronos de la pocilga, y su irredenta vocación carnívora. Yo, más inclinado a la moderación que al extremismo, me decanto por la alimentación balanceada, que no me priva ni de una sopa minestrone ni de la cochinita pibil. Saludos.

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  5. Asi es, Marita. Sin carne que mantenga entretenido el estomago un buen rato, no hay tiempo para pensar y –dicho sea de paso, evolucionar.
    A mi cada dia me dan mas pena los animales, cada dia soy mas solidaria con ellos pero por ahora lo mas que he logrado es reducir el consumo de carne a lo indispensable. Claro, esto después de cinco años de vivir en lugares donde se encuentra facilmente al alcance de la honrada mano trabajadora, y de haber sobrevivido en este mundo al impulso incontrolable de comer todo lo que encuentre sin llegar a la obesidad. Ya me convenci de que la comida no se va a acabar. Jeje
    Besos y cariños!

    Pos, claro, querido Ivanius! Siempre tan certero. Tengo clavado frente a mi puerta el letrero de “El viejo navio” por estos dias…
    Yo tambien, cinco años después, he encontrado el camino del medio
    Siempre bienvenido!

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