Un día de sentidos y buena literatura

Hoy ha sido un día en el que he podido disfrutar de la maravilla de mis sentidos: La delicia de una ducha bien calientita; el aire fresco -todo lo fresco que puede estar dentro de esta contaminada ciudad; el placer de ver venir a mi ventana a zunzunes (colibríes) y palomas a comer; el bienestar de una buena hora de ejercicios; un sabroso té verde japonés acompañando a una buena lectura...
Por cierto, si de lecturas se trata, ahora mismo estoy leyendo un par de libros a la vez. Uno lo leo en la casa, en cuanto tengo un tiempito libre, y el otro lo traigo en la bolsa para leer en el transporte público, que siempre se demora bastante.
El primero, Las trampas de la fe, de Octavio Paz, recién lo estoy comenzando, así que el comentario me lo reservo para más adelante. Por ahora solo diré que me interesa mucho el personaje de Sor Juana.
El segundo, Por los caminos de Swan, de Marcel Proust (de quién más podría ser?) me resulta sencillamente encantador. No es sencillo, pero me parece genial lo sutilmente que va indagando en las profundidades del alma.
Yo creo que, a pesar de lo únicos que nos creemos, somos infinitamente parecidos los seres humanos; incluso cuando se trata de rechazar algo que nos toca fibras tan ocultas dentro de nosotros mismo. Y es que no ha sido solo una persona la que ha puesto cara de asombro, incredulidad y, al mismo tiempo, sorna al ver que libro traía yo en las manos. Para evitar este tipo de reacciones terminé forrándolo con un papel de periódico, y así les evito la, de seguro, desagradable mezcla de sensaciones a los demás. Esto se ve muy bien reflejado en una frase de la tía (simpático personaje) de Enrique, el protagonista de La consagración de la primavera, de Alejo Carpentier; cuando, tras varios intentos de leerse a Proust y no poder pasar de la página 100, le comentaba la buena señora a su sobrino: "¡Y como jode este hombre con la magdalena!"
Bueno, por hoy ya estuvo bien.

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